jueves, 8 de abril de 2010

Y yo me iré

Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
     
Todas la tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,      
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico…
     
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.

Juan Ramón Jiménez

Recuerdo los meses, después de que me dejara, como un tiempo de bruma. Recuerdo que un día me arrastré hasta el médico porque no podía dormir. Recuerdo que me mandó al psiquiatra y pensé "Tenía razón. Él y su familia tenían razón: estoy loca. No sé cómo he llegado aquí, pero estoy loca. No recuerdo haber estado cuerda nunca...".

El primer día lloré en la consulta sin poder hablar. Me preguntaba y no podía hablar, sólo llorar. "Tienes una depresión de caballo". Me dió varias recetas y volví días después. No sé qué tenían aquellas pastillas, pero me durmieron el cuerpo y el alma. Estaba anestesiada. No sentía nada. 

Por la noches dormía profundamente en un pozo negro sin sueños; por el día vivía en una burbuja gris. Estuve así dos años. No quería hablar, dejé de comer y me dormí. La gata se acurrucaba a mi lado por las noches. Su ronroneo y su pelo suave me traían recuerdos dulces, lejanos, en una cama que él compró para los dos y nunca llegó a usar. La usaba yo sola, encogida en un lado. El otro lado estaba vacío, solo y frío. 

Once años después sigue así, pero ya no me importa. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario