miércoles, 7 de abril de 2010

"Peor que la traición es la soledad"

"Peor que la traición es la soledad"
Ingmar Bergmar

Y yo tengo ambas. 

No hace mucho me enteré de su traición. Cuando lo supe, acepté que me hubiera dejado por otra, por otra que tuvo claro desde el principio que era el amor de su vida. Algo que yo no conseguí ni dejándome el alma a trozos. Al saberlo lo acepté. Qué podia hacer... Y me dolió. Mucho. Profundamente. Me dolió tanto que, después de diez años, volví a llorar amargamente durante meses. Aún lo hago.

Y me dolió que no me lo dijera. Me hirió más áun. El primer dolor algún día acabará, tiene que acabar. No puede durar para siempre. Pero el segundo no me dejará nunca. Porque le quise. Le quise tanto que podría haberle buscado entre las estrellas de la noche hasta encontrarle, pero él no me dejó mirar en su corazón. Porque le quise y no me dió la oportunidad de retirarme a llorar con dignidad, de desearle lo mejor, de librar mi alma de culpa. Porque lavó su conciencia en mi corazón y me destrozó para siempre, tanto que no he podido volver a estar con nadie.

Le pedí, la noche que se fue, que respetara nuestros recuerdos cuando volviera a tener a alguien: me moriría de vergüenza si compartía mi memoria con otra. Le pareció ridículo. Supongo que como yo.

Ahora, después de tanto llorar sé que lo ha hecho. Que ha compartido con ella mis recuerdos, intimidades y lugares..., y lo hizo poco después de dejarme, quizá antes aún. Si él ha podido aliviar su corazón con ella, yo puedo publicar mis recuerdos en el mundo. Desde ahora son sólo míos. Son recuerdos hechos de mi amor, mis miserias y mi dolor y los publico en las estrellas. No volveré a buscarte en ellas.

Tu ocultaste vuestra historia, la de verdad,  con un cuidado infinito a todo el mundo. Qué fácil aparecer meses después con un libro nuevo, transparente, inocente, surgido de la nada. Mentira. No tuviste ni el valor de dar la cara. Ni el valor de enseñar que esa niña, que sólo era un ser silencioso, era también miserable y sin escrúpulos.

Nunca me volverás a juzgar. Yo no te traicioné, nunca te engañé. Te devuelto aquí la pena que llevo desde hace más de once años en el corazón. La que tú, por cobarde, me dejaste.

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