sábado, 3 de abril de 2010

"Canción desesperada"

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,

y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».
El viento de la noche gira en el cielo y canta.


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.

La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,

Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,

y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda, 1924

Aún recuerdo la noche en la que le conté estos versos. Invierno. Frío. Un coche y una pregunta: "¿Qué leías cuando te llamé?"
Y empezó el poema a salir. Recuerdo sus ojos pensativos cuando terminé. Supongo que pensó en su pasado con Rosa. Yo, pensaba en un futuro imposible con él. Algo en el alma me decía que lo nuestro acabaría así: yo intentando olvidarlo y olvidada. Él, con otra... Pero nunca imaginé que no tendría el valor de decírmerlo.

A veces intento pensar que lo hizo para no hacerme daño. O quizá por miedo... Pero siempre pensaré que no me dió ni la oportunidad de luchar por él, ni la ocasión de rendirme con elegancia. Que me cerró su corazón que sólo pude ver por una rendija durante años.

Recuerdo que yo tenía dentro la rabia de no saber qué pasaba, el dolor de pelear contra algo que desconocía. Y le llamé, y le llamé, hasta desesperarle y destrozarme y agotarme de llorar, hasta que años después una casualidad, y no haberle olvidado, me trajeron la verdad.

Y nunca dejé de llorar. Por él y por mi.

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