lunes, 5 de abril de 2010

"Más allá de la muerte"

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera;

Mas no, de esotra parte, en la ribera,
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Medulas que han gloriosamente ardido:
Su cuerpo dejará no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Francisco de Quevedo (1580-1645)

Este poema lo leí antes de empezar a salir con él, allá por el principo de los noventa. Recuerdo que en los años de instituto nunca lo entendí. Sólo tuvo sentido cuando me enamoré. Me pareció la descripción más aproximada a lo que latía en mi alma.

Ahora, veinte años después, aún se acerca a mi corazón. Me pregunto si es eso aún lo que me pasa: que sigo enamorada de alguien que nunca me quiso, que algunas veces me quiso "a su manera" y que siempre tuvo claro que no estaría a su lado para siempre. Tal vez seré ceniza sin dejar de amarle.
A veces me repito que está mejor sin mi. Que lleva con ella más años de los que estuvo conmigo y eso es buena señal. Que debo alegrarme por él si aún le quiero. Que no debo pensar en él, porque si lo supiera se apenaría. 

Por eso prometeré, a cualquiera que me lo pregunte, que hace años que le olvidé.



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