domingo, 14 de noviembre de 2010

He soñado

Este mañana he soñado. Ya era de mañana, gris, silenciosa y fría. Me he despertado, he abierto la ventana, me he arropado y he empezado a soñar.

Estaba en la antigua casa del amigo de mi padre, en las parcelas, pero ya no la habitaba él. Ahora vivían allí una pareja de amigos con sus hijos. Era invierno y yo estaba en su casa, creo que de visita. Les decía que tenía que acercarme a mi antigua casa, hacía mucho que no iba por allí y debía estar todo abandonado.

De camino a mi casa pensaba que no tenía sentido seguir visitando a amigos con parejas, esperando que así yo también la tendría.

Llegaba a la valla de la calle. Entraba por un lateral, bajaba por una rampa de un garge y entraba en un sótano inmenso y sin terminar.  Al fondo se veía un montón de tierra que alguien no había sacado aún, antes de abandonarlo todo. Intentaba salir y elegía un camino más enrevesado. Una puerta que no se abría, saltaba por la barandilla de una escalera porque no se abría la puerta de salida. Otra puerta atascada, rompía el cristal y la abría por fuera. En la salida una carretilla llena de calzado, alguno infantil. Unas botas de lluvia con dibujos de colores... Aún recuerdo la afición de mi madre de acumular zapatillas de trabajo viejas. Era algo que me envenenaba.

Salí de allí pensando que tenía que hacer algo con aquel desastre abandonado y sin terminar. Cuando salía por la puerta de la valla que daba a la calle, salían por otra puerta varias mujeres gitanas con cochecitos y niños. Me enfadé con ellas. Les dije que llamaría a la policía si no se iban esa noche. Una me dijo que si no lo tuviera abandonado, ellas no habrían entrado.

Empecé a caminar calle arriba pensando que iba a hacer algo con aquello, lo primero echar a aquellas mujeres..., y me desperté.

Pienso que aquella obra sin terminar era mi relación con Guillermo. Inmensa y honda -más de lo que él nunca imaginó y más de lo que se veía por fuera-, e inacabada, abandonada y olvidada.

Alguién la ocupó cuando aún la estábamos construyendo. La ocupó, se la quedó y ahora tiene hijos en la obra que yo empecé. Pero yo no la abandoné, me la quitaron cuando aún la estaba levantando y cuidando yo sola. Era tan grande que a veces no podía con el peso de mantenerla sola, tanto que a veces el desaliento me enterraba el alma y me amargaba, mientras luchaba para terminarla algun día y poder descansar a su lado para siempre.

Me fuí caminando calle arriba. Era de mañana, una mañana de invierno gris y a punto de llover. Ni un pájaro, ni un ruido en el aire. A la izquierda un árbol sin hojas. Un camino de arena y piedra cuesta arriba y la sensación de que tenía de solucionar la obra abandonada y sabía por donde empezar...

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